 Autor: Frederik Peeters
Autor: Frederik PeetersTítulo: Píldoras azules
Editorial: Astiberry (web)
Páginas: 200
ISBN: 9788496815063
PVP: 16 €
Año de publicación: 2003
Regalo de cumpleaños.
Me parece sublime el comentario de Antoni Guiral, así que tal cual copio y pego desde tebeosfera:
            Brutal. Un mazazo a la conciencia.
            Da igual lo que uno u otro pueda escribir sobre este libro. Leerlo es          vivirlo, y con Píldoras azules, como con cualquier pieza de arte          que conmueve, se remueven muchas cosas.
            Peeters, no un recién llegado pero joven como autor, utiliza el género          autobiográfico con una ética privada, como todas; valiente, dispuesto a          compartir, a desnudarse, para que todos, de alguna manera, podamos          reconocernos. Comparte un retazo de su vida, uno de ésos que en otras          manos acaba en folletín degradado, explotando sentimientos básicos;          Peeters no cede a la moralina, no quiere dar ejemplo, sólo busca          preguntas y respuestas, y vive. En esencia, Píldoras azules es la          historia de amor entre un joven dibujante de tebeos y una mujer afectada          por el virus de inmunodeficiencia adquirida, como su hijo de tres años.          Peeters relata cómo vive en ello y con ello, su relación con la mujer,          con el niño, con un médico que comparte su sentido de la humanidad con          las máximas de Hipócrates. Nos explica su historia desde dentro, desde          la intimidad de su conciencia; dibuja lo que siente, no lo que ve. Y no          se lo pone fácil: los saltos temporales, las imágenes surrealistas, la          narración sincopada, todo compone un puzzle que encaja. Encaja porque          para Peeters es tan importante el qué se cuenta como el cómo se cuenta.          Su pincel es a veces suave, a veces incómodo; su grafismo expresionista          se torna impresionista cuando la historia lo requiere. Sus personajes          son tan quebradizos como su vida interior. A Peeters nunca le ha          interesado el lucimiento, sino el servicio a la historia, y en          Píldoras azules lleva esa máxima a un extremo, un extremo que          permite al lector no “entrar” en la historia sino “estar” en la          historia.
            En literatura, el naturalismo es una corriente tan compleja como          aceptada. En historieta, el naturalismo es casi imposible. La hipótesis          de la enfermedad como producto del deterioro y la distorsión de las          estructuras sociales es difícil de encajar en viñetas. Extraer de la          vida ambientes, detalles, palabras, conversaciones o sentimientos y          plasmarlos en viñetas para hacerlos reales sólo está al alcance de          algunos. De su voluntad, claro, pero también de su pericia. Peeters no          parece un autor joven, en el sentido del dominio de la técnica y su          aplicación. Tampoco la reinventa o la experimenta, sencillamente          demuestra haberla reflexionado lo suficiente como para descomponerla y          volverla a fusionar, poniéndola al servicio de un acto íntimo que se          quiere comprensible. Que la historieta es un medio ya adulto es cosa          sabida; Peeters no hace más que confirmarlo.

Cualquier forma de comunicación necesita de un tiempo          para su desarrollo. La historieta es, todavía, relativamente joven.          Apenas estamos entrando en la edad adulta. Pero recordemos que          la esencia de la historieta es explicar historias; tal vez por eso, en este mar de          mediocridad que nos salpica, encontrarse con un tebeo como Píldoras azules es recordar.          Recordar que hay autores que sí tienen cosas que contar y que saben          hacerlo. Recordar que podemos permitirnos el lujo de adjetivar con          palabras como “madurez” o “excelencia” ciertas historietas. Recordar que          los cómics no sirven sólo, que también, para llenar el ocio, sino que          pueden hacernos replantear muchas cosas e incidir en nuestras vidas.          Píldoras azules es un ejercicio entre naturalista y metalingüístico          que admite todos estos recordatorios. Es un ejemplo perfecto de tebeo          para mentes adultas, en el sentido de búsqueda, inquietud, reflexión y          abertura de mente que esa palabra supone.
            Pero, creedme, con un libro como éste de nada sirven, insisto, críticas          o reseñas. Sólo un consejo: hay que leerlo.
«Me siento...          relajado... tranquilo... Abierto a lo que sucede fuera de mi bóveda          craneal...» (viñeta 3 de la página 145 de Píldoras azules).
 
 
