jueves, enero 20, 2011

Cuando yo caiga de Ramón Sampedro (algunos poemas)

Traducción de Alicia Domínguez 


Cuando yo caiga
Cuando yo caiga, como fruto maduro del árbol de la vida,
dejadme allí mismo, donde yo caiga,
para que me abrace el sol y el viento y la luna,
que la vida me devore mordisco tras mordisco.

Que cada cual recoja el amor que me dio:
la luz, su luz; el agua, su agua,
la tierra, su ceniza; su espíritu, el viento.
Que coja cada cual lo que precise.

Pero que no me esconda la codicia humana
en el calabozo de los muertos, en una jaula sagrada
aferrada a un recuerdo, llorando como un niño
que no quiere devolver lo que se le prestó.

De la semilla al fruto fui empujado por el amor,
cuando vuelva al origen, derribado o caído,
amigo o enemigo, que no te cause espanto,
aunque te parezca que ya no tengo vida,
no es que esté muerto, me estoy recreando.

No me cubras de tierra, ni me metas en un nicho.
Si no quieres verme, llévame a campo abierto,
déjame mirando al cielo para irme esparciendo
entre todo lo que quiera llevarse de mí algo.

Un gusano, una mosca, un pájaro cualquiera...
hasta que me consuman por amor regalado
para empujar la vida soñando pero libre,
que cada uno recoja lo que me dio prestado.

Así, cuando caiga, dejadme caído
para retornar a la vida allí donde yo caiga.



Condición humana
Sentir silbar un viento, una tormenta,
una brisa, y rugir un volcán,
y el batir de unas alas en el fondo del sentimiento.

Sentirme gaviota, gorrión y golondrina.
Sentir la desesperación infinita de que la vida se agota.
Y el que el dolor del mundo va a más.

Querer saberlo todo y no conocer nada.
Sólo la torpe condición de un ser que pregunta
y no halla respuestas


¿Volveremos a vernos?
Volveremos a encontrarnos, tal vez
cuando la materia se junte de nuevo,
en la próxima contracción del universo.

Seremos, entonces, átomos compatibles.
Porque llevamos grabada en la memoria
un mensaje irrefrenable de sentirnos poseídos y poseer.
Un mismo deseo y una misma voluntad,
que los prejuicios impidieron unirse cuando nos miramos.

Volveremos desde el principio a vivir y amar
sin prejuicios, sin pecado, sin miedo, sin pudor,
para purificarnos de todo desatino.

Volveremos, tal vez, a encontrarnos,
por la fuerza universal del amor.

La madre
Cuando se os vaya,
sabréis, hijos, lo que es paciencia;

ella da, sin medida, la bondad humana,
la ternura grande como el sol que calienta,
la brisa suave que serena el alma.

Maestra en la escuela de enseñar la vida
con la sabiduría del corazón humano,

tal vez la conciencia os diga algún día
que fue mal pagada,

pero será tarde para pagar la deuda
del amor de la madre, cuando se os vaya.

Nana para un niño libre
Duérmete, mi niño, si quieres dormir.
Que no te adormezcan los otros por ti.
Que no te adormezcan con sus propios miedos
aquellos que tienen miedo a vivir.

Despierta, mi niño, cuando alguien te cante
melodiosas nanas para dormir,
que no serás libre si te ponen delante
otros los caminos por donde has de ir.

Que te den sólo, si quieres ser libre,
lo que tú les pidas besos, que te den besos,
si pides veneno, que sea veneno.

No duermas, niño, si quieres ser libre,
porque si duermes te han de entregar,
cuando crezcas, tus padres a otros amos
para que duermas cuando oigas cantar.

Cantos patriotas, cantos militares,
cantos de alabanza, sin saber a quiénm
que quieren llevarte del útero al foso
diciéndote siempre: es por tu bien.

Duérmete, mi niño, si quieres dormir.
Duérmete, mi niño, que yo estoy aquí
para defenderte cuando adormezcas
con falsos cantares de un mundo feliz.



Interrogación
¿Por qué preguntas siempre, conciencia mía,
de qué secreto vengo y a qué secreto voy,
acaso sabe el ciego cuando camina
qué hay en el paso que queda o en el paso que dio?